MICMACS, de Jean-Pierre Jeunet

Jean Paul Jeunnet es un director muy particular. Yo lo descubrí con "La ciudad de los niños perdidos" básicamente porque el resto de la cartelera tenía muy mala pinta. Cómo ocurre a menudo cuando no tienes ni idea de lo que vas a ver, quedé entusiasmado. Pero fue su siguiente película la que se ganó al gran público: "Amelie". Su siguiente película "Largo domingo de noviazgo" repetía un gran acogida de público y crítica.  Micmacs, en cambio, tuvo una recepción tan tibia en su Francia natal que se estrena en España con dos años de retraso. He leído críticas de lo más dispares sobre esta película, y no me sorprende, yo no me atrevería a recomendarla a cualquiera. No tiene una chica mona de protagonista, ni una historia de amor entrañable cómo los éxitos del director. Lo que si que tiene en común con otra obras del autor son los personajes inadaptados, el humor negro, la fotografía y los planos tan personales de Jeunet y esa narrativa de fábula moderna, cotidiana e irreal a la vez. Recuerda a su primera película, "Delicatessen" y para algunos críticos eso es un retroceso. Si bien es cierto que el director se repite en sus técnicas narrativas tenerle en cuenta eso a un director que se prodiga tan poco que en 20 años sólo ha firmado seis películas (una de ellas la cuarta entrega de Aliens, que apenas la contaría cómo suya).
Micmacs cuenta la historia de un hombre que de niño perdió a su padre por culpa de una mina abandonada y que de mayor recibe una bala perdida de un tiroteo y queda con la misma alojada en el cráneo. Según los médicos por culpa de la bala puede morir en cualquier momento, lo que le hace plantearse la vida de otra manera. A partir de ahí una serie de coincidencias curiosas, de las que sólo ocurren en las películas de Jeunet, le llevarán a conocer un insólito grupo de amigos que viven al margen de la sociedad y que le ayudarán a llevar a cabo una creativa venganza contra los fabricantes de la mina que mató a su padre y la bala que podría matarle a él en cualquier momento. Los malos son muy malos y los buenos... diferentes. 
El tono de cuento, casi infantil, le va muy bien al mensaje, que es muy simple: no hay guerras buenas, y menos si se convierten en un negocio. 

Si bien es cierto que no está a la altura de sus dos últimas películas, el mimo puesto en cada plano, los personajes histriónicos y la vibrante sucesión de ideas ingeniosas acaban dotando de magia una historia previsible pero con la que es difícil no empatizar. Es cierto que no sorprenderá a quién haya seguido la filmografía del director, pero tampoco creo que defraude a sus seguidores.


Veredicto: 7,5 Aun repitiéndose Jeunet sigue siendo más original que la mayoría.

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