HABÍAMOS GANADO LA GUERRA, de Esther Tusquets

 Esther Tusquets nos relata sus memorias de la infancia y la adolescencia durante la posguerra española desde un punto de vista al que estamos poco acostumbrados hoy en día: el de los vencedores. Nació en 1936, así que sus primeros recuerdos son de su familia celebrando que Franco había ganado la guerra. Se crió en una buena familia (por buena entiendase rica), en el reducido mundo de una niña pequeña, sin sospechar apenas que no todo el mundo quería al generalísimo, rodeada de gente que profesaba un catolicismo fanático. Esa niña se irá dando cuenta poco a poco de que existe otra España que pasa hambre y miedo. Se irá sintiendo cada vez más deferente de su propia gente y comprendiendo que ella, en realidad, no es de los que ganaron la guerra, sino de los que la perdieron.
    Nos contarán esta historia por partes, no tanto cronológicamente cómo saltando adelante y hacia atrás para tratar un tema cada vez, de una forma muy natural, cómo quien cuenta una anecdota que ha contado ya mil veces, perfeccionándola con el paso del tiempo. Hablará de su tío Victor, el nazi de opereta, que tenía un pequeño museo en su casa dedicado a los nazis, de su tío Juan, el cura que fue uno de los consejeros cercanos de Franco y uno de los principales promotores de la teoría del contubernio judeo-masónico-comunista, amén de fundador de la editorial Ediciones Antisectarias que publico listas de presuntos masones (algunos de los cuales fueron ejecutados por serlo). Pero no hablará sólo de política, sino también de sus muchos miedos infantiles (no pocos de ellos instigados por un clero que no paraba de hablar del infierno y de la multitud de maneras de acabar en él) y de sus primeros amores.
    En definitiva es un libro que se lee en un suspiro, con muchas anécdotas interesantes y otras que no tanto, pero siempre expuestas de forma evocadora y con bastante claridad (a pesar de su manía de interrumpir las frases con aclaraciones entre parentesis que se alargan más que la propia frase en la que están incluidas haciendo que tengas que volver a empezar a leer la frase porque ya no sabes ni de qué te estaba hablando en un principio (cosa que le perdono fácilmente porque, cómo se puede ver en el ejemplo, yo hago lo mismo)).

Veredicto: 8 Una forma muy amena de conocer la realidad cotidiana de nuestra historia reciente desde un punto de vista poco gastado.

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